Es uno de los desafíos más importantes e ilusionantes que tenemos: cómo diseñar y adaptar nuestras ciudades a las expectativas y necesidades de las personas. Y cómo ir cumpliendo estos objetivos con presupuestos limitados. Hay que priorizar como siempre. Uno de los desafíos que se plantea es la creación de más kilómetros de carriles-bici. Las personas que se desplazan o que practican deporte con la bicicleta quieren más rutas que les permitan desplazarse a lo largo y ancho de la ciudad y lo exigen como un derecho. ¿Por qué no? Es saludable y respetuoso con el cada vez más maltrecho medio ambiente. 

 

El desafío se nos presenta cuando las personas que reivindican el uso de la bicicleta tienen que compartir los espacios de la ciudad con las personas que usan vehículos a motor y similares y con los peatones y andariegos que bien por necesidad o por devoción, porque andar también es cardiosaludable y no contaminante, exigen, claro que sí, aceras anchas y seguras por las que transitar a lo largo de la urbe. Y están los “runners” que a diferentes ritmos y con diferentes atavíos se hacen a la calle para liberar estrés y ganar en forma. También son habituales de las aceras las madres que pasean a sus vástagos en los carritos y las madres que caminan cerca de sus hijos que ya han empezado a dar los primeros pasos y a correr por sí solos y son imprevisibles, y las mujeres gestantes que cada vez las cuesta más dar un paso pero que lo tienen que hacer, así son los médicos. Y están nuestros mayores, que se resisten a quedarse en casa porque quieren dar un paseo, que también es bueno para ellos, o simplemente quieren echar una parrafada sobre esto o lo otro sin dejarse la vida, que para eso ya se la dejaron en otro tiempo. Y están, porque también estamos, las personas que por uno u otro motivo utilizamos un andador, unos bastones, una silla de ruedas, un silla eléctrica, una scooter, etc. (aquí no me voy a extender porque es muy variado la gama de artefactos y cachivaches que utilizamos desde que nos dio por hacernos visibles). Y hay más gente: despistados, ilusos y soñadores que caminan con la cabeza en otra parte. 

 

Así son las cosas, pero no tenemos por qué enfrentarnos. Carriles-bici, por supuesto. ¿En la aceras? Cuando no quede otro remedio, pero delimitando físicamente el carril-bici de la zona peatonal y no simplemente con un cambio de color en el pavimento que al poco tiempo ni se percibe. Hay que priorizar en el presupuesto y gastarse el dinero de todos buscando lo mejor para todos y, en este caso, claramente hay que gastárselo en seguridad y no nos limitemos a sumar kilómetros por los que la gente no se siente segura y rivaliza con su vecino un espacio que es de todos pero que ha de ser diferente, como lo son nuestras propias necesidades y prioridades.